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De mi no sea esta memoria tuya,
Que está de tus despojos adornada.
Ni dejará, por mas que el tiempo huya,
De estar en mí con sempiterno llanto,
Hasta que vida y alma se destruya.
Mas tú, gentil Espíritu, entretanto
Que otros campos y flores vas pisando,
Y otras zampoñas oyes, y otro canto;
Agora embevecido estés mirando
Allá en el Empireo aquella Idea,
Que el mundo enfrena y rige con su mando;
Agora te posuya Citherea
En el tercero asiento, ó porque amaste,
Ó porque nueva amante allá te sea;
Agora el sol te admire, si miraste
Como vá por los Signos, encendido,
Las tierras alumbrando que dejaste:
Si en ver estos milagros no has perdido
La memoria de mí, ó fué en tu mano
No pasar por las aguas del olvido;
Vuelve un poco los ojos á este llano,
Verás una, que á ti con triste lloro
Sobre este mármol sordo llama en vano.
Pero si entraren en los Signos de oro
Lágrimas y gemidos amorosos,
Que muevan el supremo y santo coro;
La lumbre de tus ojos tan hermosos
Yo la veré muy presto: y podré verte;
Que á pesar de los hados enojosos
Tambiem para los tristes hubo muerte.{160}
Página:Obras completas de Luis de Camões II (1843).djvu/233
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